Este lo tenía reservado y, cómo he dicho en mi última entrada, tengo que ponerme a utilizar el blog en serio. A mí me gusta ¿qué os parece?
Una bonita escena del crimen
Pues ya está hecho. Ha sido fácil: una cerradura forzada, un par
de tiros y listo. Llevo guantes y me desharé del arma en el primer contenedor
que encuentre. Todo marcha según lo previsto.
Lo que no me convence es la escena del crimen, empezando por el
cadáver. Tiene una expresión muy estúpida, con los ojos abiertos de par en par
y el principio de un grito congelado en su boca. No se lo reprocho, dadas las
circunstancias, aunque hubiera quedado mucho mejor si hubiera estado dormida
como debería estar. ¿Qué horas son estas para estar con el móvil? Lo recojo del
suelo, donde ha caído, y observo la pantalla: fotos del Tuenti. Estas
adolescentes viven totalmente enchufadas con tanta red social. Me pregunto cómo
reaccionaría si pudiera verse a sí misma tal y como está ahora, como van a
verla los policías.
¡Los policías! ¡Tengo que irme ya! Pero… me da pena dejar que la
encuentren así. Ninguna chica de su edad, aun
muerta, merece que la fotografíen con semejante aspecto. La cara, el
pelo sin arreglar, ese ridículo pijama de muñequitos… Esa no es manera de
abandonar este mundo, no señor.
Me acerco a su armario. Creo que se lo debo, después de todo.
Veamos: chándal, vaqueros, camisetas de Bershka… Se parece bastante a la ropa
de mi Rosa, salvando la diferencia de tallas. ¿Y esta falda? ¿Pero con esto no
enseña las bragas? Hay que ver como visten algunas. La ropa de ir a clase no
está mal, pero busco algo un poco más arreglado. Es una ocasión especial. ¿Es
que esta chica no tiene nada decente? Ah, aquí hay un vestido negro que valdría
para una fiesta o para un funeral: ¡es perfecto! Y combina genial con estos
zapatos. Y con un collar de perlas. Sí, eso le voy a poner. Estará guapísima.
Para que luego diga mi Rosa que los hombres no nos fijamos en la ropa. Hablando
de Rosa, necesito un regalo para nuestro aniversario y estoy seguro de que este
bolso le encantaría. Me lo voy a llevar, que a la chica ya no le hace ninguna
falta.
Bien, fuera pijama, dentro vestido. Es decir, ella dentro del
vestido, si es que consigo pasarle el brazo por la manga. A ver esos dedos… ¡ya
está! Subo la cremallera y le pongo los tacones. Voy a acostarla bien, que está
un poco torcida. Los ojos mejor cerrados y a ver si puedo mover las comisuras
de la boca. Los labios juntos, estiro un poco, subo y ¡voilà!, ya tenemos una bonita sonrisa. Aunque la sangre da un poco
de mal rollo.
A ver si en esta bolsa de aseo tiene algo que me sirva… bien hay
toallitas y maquillaje. Le limpio la frente y disimulo el agujero de la bala
con colorete. No ha quedado muy bien, pero tampoco creo que se queje. También
le pinto los labios de rojo. Me gusta el color rojo, es provocativo, aunque no
a todas las mujeres les sienta bien (alguien tendría que decírselo a Rosa). Con
el lápiz de ojos no me atrevo, con el pulso que siempre he tenido para dibujar
acabaría haciéndole la raya en la nariz. En lugar de eso, le cepillo un poco el
pelo y uso el flequillo para tapar el agujero de la frente. Mucho mejor.
Solo me faltan las perlas. Busco por todas partes, pero al parecer
no hay. Y dudo que las tenga escondidas, porque la habitación está hecha un
desastre. Así no hay manera de buscar pruebas de un delito. Es más, si
estuviera un poco más desordenada me echarían la culpa a mí. Y claro ¿qué
opinión se iban a llevar de mí esos agentes?
Tengo que recoger un poco antes de que lleguen. Algo rápido. Estos
papeles a la basura. La ropa sucia del suelo y la de la silla, al armario, como
hacemos todos cuando hay visitas inesperadas. Estas revistas, SuperPop,
Cosmopolitan, bien apiladitas en el escritorio. Mira, aquí está su agenda
abierta. Dios mío, pero que chorrada de dedicatoria. A ver los deberes de
mañana. Matemáticas y francés. ¡Ja! Seguro que no ha hecho nada. Y el jueves
tenía examen de Física y Química. En fin, eso que se ahorra. A ver si tiene
algo de dinero en los cajones, que puestos a delinquir…
Esto ya está mejor. Lo he “curioseao” un poco, como dirían en mi
barrio. Lástima no tener a mano una escoba y un plumero para terminar de
arreglarlo. Supongo que no debería preocuparme tanto por estas cosas, sobre
todo viendo por la ventana como asoma un coche de policía por la punta de la calle,
pero qué menos se le puede pedir a un asesino en serie que que sea un poco
maniático. Si la obsesión por la limpieza fuera un delito, a quien tendrían que
encerrar es a mi madre, que ve manchas a distancia. Sobre todo en la ropa.
Seguro que me habría dejado el escenario precioso. Y tiene un montón de
collares de perlas… La próxima vez me la voy a llevar para que me ayude. Si es
que hay próxima vez, porque ya tocan a la puerta. Eso me pasa por entretenerme tanto con tonterías. Soy un
imprudente, mi madre siempre lo dice. Siempre dice “¡hijo, tienes que tener más
cuidado!”, y mira lo que pasa por no hacer caso a las madres.
De todas formas, no me preocupo mucho. Si yo fuera policía nunca
me arrestaría a mí mismo porque, sinceramente, un asesino que se viste bien a
sus víctimas, que ordena sus habitaciones, que roba cosas de escaso valor para
su novia y que planea reclutar a su madre como cómplice ¿quién se lo va a tomar
en serio?